sábado, 24 de abril de 2010

Día 2







Definitivamente, Dolce&Gabbana me odia.
Ayer mi amiga Ray y yo decidimos salir a tomar el aire. Bueno la verdad es que yo le rogué que me acompañase, porque otra de mis crisis nerviosas, que habitualmente acaban en el consumismo, iba a apoderarse de mí, y el terapeuta me comentó, después de mi llamada de socorro ante el fracaso del otro día al intentar escribir el blog, que lo mejor es que me despejase, que hiciese algo divertido que ocupase todo mi pensamiento. Así que decidí salir a dar una paseo y a que Ray me pusiese a la última de todos los cotilleos.
Justo cuando ella me contaba que Lucas había decidido irse a vivir a París, al ático que sus padres tienen allí,  una ráfaga de viento se llevo mi sombrero. Corrí detrás de él hasta que opto por pararse. Fui a recogerlo y cuando alcé la vista allí estaba. El vestido de mis sueños. Era perfecto. Mis ojos no podían apartarse de él y sentí unas ganas irrefrenables de que fuese mío.  Así que, si, entré a  por Él.
Lucy, la dependienta, me dijo que el del escaparate no estaba en venta pero que quedaba uno en el almacén e iba a llamar a ver que talla era. Mi felicidad era desbordante. Un cosquilleo se apoderó de mí. Cuando colgó con cara sonriente, casi me pongo a dar saltos de alegría.
Pero todo se vino abajo. Resultó que era una talla más pequeña. En ese momento me veía a mi misma abalanzándome contra la maldita dependienta que no sabe que cuando tienes malas noticias el sentimiento que debes mostrar no es el de felicidad. Pero me controlé.
Cuando Ray y yo íbamos a salir de la maldita boutique que había destrozado mis sueños, Lucy me llamó. Resulta que existe una página Web donde tienen todas las prendas y accesorios , y puedes comprarlos desde Internet. No había acabado la dependienta “quenosabemedirsusexpresiones”, cuando yo ya corría en busca de un taxi. Creo que la prisa que le metía al taxista surgió efecto porque en menos de 5 minutos ya estaba subiendo al ascensor del edificio. Encendí el ordenador. Tecleé la Web. Busque en todas las páginas y ¡allí estaba!. Mi talla, perfecto. Introduje todos los datos necesarios. Justo cuando voy a introducir los datos de la tarjeta sale una pantalla que dice: NO VÁLIDA.
Resulta que mi padre decidió justo en el momento más importante de mi vida, cancelar la tarjeta de crédito.
Maldigo el día en el que las tiendas pasaron a ser online. Porque no podría estar el vestido ese que tienen almacenado en algún lugar perdido del mundo, en la boutique. Desde cuando se compra y vende por Internet. Con lo maravillosos que es ir a las tiendas tradicionales, donde puedes pagar con efectivo que SÍ TIENES. Pero lo más gracioso ¿sabéis que es?, mi hermano mayor, por lo visto, ultradefensor de las tiendas online, el único argumento que utilizó para sostener la existencia de estas malditas semitiendas, es que te ahorras el dinero del taxi. Me da igual gastarme lo que cueste el taxi o incluso el avión, ¿dónde ha quedado el momento en el que sales de la tienda con todo el mundo mirándote por llevar esas bolsas enormes y tu en lugar de decirle al taxi que te espere en la puerta de la boutique, le pides que espere una calle más arriba para poder disfrutar del momento de todas esas miradas de envidia?
El mundo se ha aliado para que sea desdichada.
Que he aprendido de esta experiencia: que tengo un incurable odio a las tiendas por Internet, que a Lucy la deberían despedir y que tengo que adelgazar.
Podéis estar tranquilos, mi record asciende a 3 días sin comprar nada.
Por cierto si alguien es tan amable y encantador de comprarme el vestido de mis sueños se lo agradeceré toda la vida aquí dejo una foto. Así tampoco incumpliría mi terapia y recibiría un regalo. Perfecto
Besos.
B



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1 apoyos a la terapia:

Anónimo dijo...

B. te apoyo en tu terapia, sigue así!;)

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