No se si esto os pasará en vuestra ciudades pero, en la mía se extiende como una plaga.
Ayer mi amiga April y yo organizamos un “brunch” en su casa de campo. Lo preparamos nosotras dos todo. Contratamos al catering, hicimos enviar las invitaciones, diseñamos la decoración. Todo estaba listo a las 10 de la mañana y a las 12 empezaron a llegar los invitados.
Nuestro fallo fue no especificar la etiqueta requerida, pero esto no me lo podía esperar. Se puede tener menos gusto.
Idea de Joseph fue que invitásemos al grupo de las denominadas nuevas ricas. Niñas que han visto a sus padres crecer en esto de los negocios desde cero y todo gracias a la suerte. Yo ya me esperaba lo peor, porque eso de crecer en los suburbios no va aparejado a la elegancia y el saber vestir. Nosotras, como buenas anfitrionas estábamos en la entrada de la gran casa recibiendo a los invitados. Llegó Mateo y nos abrazó. Cada día lo detesto más y me parece más gay.
Al cabo de los diez minutos llegaros ELLAS. Tres chicas de unos diecisiete años. Pero lo peor no eran los coches cutres en los que habían venido si no sus atuendos. Rompían todas las reglas de la nueva temporada. Puesto que posiblemente tuviésemos que verlas e invitarlas a todos los eventos que asistiésemos, decidí ponerles las cosas claras. Las acorralamos en el baño. No podía mirar sus vestidos, me abrasaban los ojos. Una rubita de ojos saltones no tuvo otra genial idea que llevar un vestido ceñido al cuerpo de color brillante dorado, con una especie de tupe en la cabeza, que vale que se lleva lo retro pero en el pelo, no. La otra más menudita y morena llevaba un vestido globo de color rojo con el que parecía que saldría volando. Por no hablar de sus zapatos. Una especie de stilettos mal hecho de negro charol. Y por último, una chica castaña bastante alta que no tenia otra cosa que lucir en un evento como este que un vestido rosa chicle con una especie de mini rebeca blanca y zapatos de salón a juego. Parecían las tres sacadas de un cuadro.
Les dijimos que las prendas que llevaban puestas en ese instante seria mejor que las quemasen y que ya nos acercaríamos a su casa a hacerles una lista con lo que se pueden poner y lo que no, si querían andar por nuestra ciudad.
Al principio se quejaron de que las estábamos censurando o algo por el estilo, pero luego entendieron que era por su bien y se fueron. Si no querían salir como les aconsejaríamos siempre se podrían quedar en sus casas.
Por lo demás la fiesta todo un éxito.
Nuevos punto para mí en el ranking social
Días sin comprar nada nuevos: ¡el record de siete días!
Besos.
B.